6 de octubre de 2008

Románticos: Víctimas con gusto y razones.






Werther besa el cañón gélido con su frente, encima del ojo derecho.

Está triste, frente al prometido de Lotte, su adorada, amantísima, elevada y argéntea Lotte. Y todo calificativo es poco ("¡Voy a verla! Y todo desaparece ante esa perspectiva.) al pensar en el piélago de sus ojos negros. El prometido, hombre de bien por todo lo demás, le arrebata el arma y despotrica contra los suicidas, los acusa de cobardes. Werther, que llega a decir que la iría mejor la vida sino fuera un loco, se exalta.
"¿Acaso vosotros lo hombres, habéis indagado en las acciones internas de la acción? ¿Sabeis con certeza las cosas que las producen? Si así lo hicierais, no juzgaríais con tanta ligereza. ¡A de vosotros los hombres razonables! ¡Pasión! ¡Embraguez! ¡Demencia! Vosotros los virtuosos reprobáis al borracho, despreciáis al insensato. Yo me embriagué más de una vez, mis pasiones rayaron la locura y ninguna de ambas me pesa, pues he aprendido a comprender que todos los hombres extraordinarios han sido siempre tildados de locos y de borrachos."
"Incluso en la vida ordinaria resulta intolerable oír gritar ante una acción libre, noble, inesperada: ¡ese hombre está borracho; es un loco! ¡Avergonzaos los sobrios!¡Avergonzaos los sabios!"
-"En realidad es más fácil morir que soportar con entereza una vida llena de penalidades."- sentencia Albert, el prometido. Werther responde, casi al límite de su paciencia, pues odia que le vengan con trivialidades cuando él habla de todo corazón.
-"¿Te atreverías a llamar débil a un pueblo que gime bajo el yugo insoportable de un tirano, que finalmente explota y rompe sus cadenas? Mi buen amigo, si es esfuerzo es fortaleza, ¿por qué la tensión en grado máximo no habría de ser lo mismo? Llamamos enfermedad mortal a aquella que destruye a la naturaleza, sus energías, la inutiliza para el servicio, hasta que no puede valerse más por sí misma, ni es capaz de restablecer el curso ordinario de la vida. Apliquemos ésto al espíritu. Observa el hombre es sus limitaciones, mira cómo actúan sobre él las impresiones, cómo arraigan en él las ideas, hasta que al fin una pasión creciente le roba las serenas fuerzas de la razón y le impulsa a su destrucción. ¡En vano el hombre sereno y sensato contempla el estado del desdichado, vanas serán las palabras que le dirija! Viene a ser lo mismo que si una persona de buena salud se sienta en el lecho de un enfermo; no podrá transferirle ni un ápice de sus fuerzas."
Ambos se van sin ponerse de acuerdo.
El invierno comienza para Werther, que se muerde los labios al comprenderse ciego ante la evidencia. Sabe, sabía, que no podía tener ninguna pretensión sobre Lotte y ahora se asombra porque otro se la va a quitar. Se muerde los labios, como digo, y se burla de su desgracia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Dónde comenzar? Quizá con la certeza de que siempre me sorprenderás, o con la pregunta de si un romántico puede amar la vida. A las que respondo que
SÍ, seguro como pocas veces lo he estado. Son un buen comienzo, y sin querer emular a Keats o Shelley, a lo mejor querría seguir en parte el ejemplo de Byron quien al menos fue consecuente con sus ideas. En cualquier caso siento tanto o más que ellos amando a la vida.Aun cuando la niebla, niebla blanca que atrapa en sí todas las luces y las dota de una condición irreal y sobrenatural, niebla espesa que rodea todo ser y calando en él a través de su respiración, se convierte en parte de cada uno por llegar a lo más hondo,a su sangre, sigue siendo intangible. Aunqe se acerque hasta que casi puedas sentir su respiración (sin saber si es un animal noble y temeroso o una fiera que acecha) no escuchas su voz pero hace recorrer un escalofrío (escalofrío caliente, de vida, si es que eso tiene sentido) por tu espalda. gracias, gracias, gracias... Niebla, tres veces, como en los conjuros...