4 de octubre de 2008

Quejido de espejo



El recuerdo de un beso, ahora, que el cielo boquea, me viene a la boca.
Se hace saeta de presuntuoso cuello el viento y el mío propio se encharca de relente.
Piélago ojeroso en todo lo que veo. Algas crujientes por ojos, bestias marinas por corazón tienen las sombras sucias de la fría pared.
Piensas, pensaste, que era una niña. Me reía cuando me mirabas, condescenciente y piadoso, como a una niña. Sin embargo, te cansaste de mis sueños pueriles cuando se cayó la baraja.
Se quiebra el día. La vida astillada entre los labios de dioses moribundos. Palpitante vientre oblongo, el del Sol en el ocaso, punzado con un obligo eterno, de oro e impudicia, de pieles obsesivas, que baila el alado baile de los muertos.
Todo muere hoy.
Todo muere menos mis llamas de mortal.
Que son un abyecto fuego de dos colores y faldas promiscuas.
Todo muere menos tu mano de amo.
Obelisco, Estrella, Barro. Me guía tu mano de mano al abismo. Lo acepto: tu mano de amo es mi abismo. Tu mano de amo...

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