25 de septiembre de 2010

Por mí y por mis compañeros

Mi arruga nasogerana izquierda es más profunda cada día. El izquierdo es el lado de la maloclusión.

Mis pupilas se hacen más pequeñas y rotas y vítreas cada día. Mis cejas puntiagudas caen por momentos, dando a las sienes de humano triste ventaja sobre el cabello. Mi color es el rubio ceniza, pero quise teñirme el pelo de negro para que contrastara mortecinamente con mi piel. Tengo los tobillos anchos. Tengo dedos maleables, como si me hubiese roto las falanges muchas veces. Y, aunque aún no tengo veinte años, mi mirada es miope y apagada; ancianamente azul y de pestañas cortas y podridas.

La Imposibilidad. Se puede vivir siendo incompatible con la vida. Soy la hija perfecta de la Modernidad. Pero menos infeliz de lo que quisiera.
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Las rígidas nucas de los fantasmas

Yuri Eremin


Piso la carroña perpetua que hay en el camino. Una alcantarilla pestilente resguña la tierra. Dentro de ella flota un plástico rosa. Es una lengua. Encojo los hombros y le presto mi cara al sendero grisáceo que hay a mi espalda.

Un chico que tiene plumas recién nacidas de la cabeza lee a Sartre. Una mariposa moribunda me construye una diadema. Me pregunto qué es una mujer sola pisando una tierra arañada.

El Amo del Castillo Rojo vendrá pronto. Sigo andando, sigo masticando el aire. Me crecen los brazos; mis uñas chocan contra los zapatos deformados. Se me dilatan las sienes de filósofo alemán y mis labios amarillean. Me ha salido un pico. Estoy demacrada.

El Amo del Castillo Rojo vendrá pronto. Será Prometeo. Me traerá el fuego. Soplará el fuego en mis venas y me levantará como el que abraza a un rey en su agonía. Tapará los espejos para que no me atrapen el alma. Después se irá. Los hilos volverán a tensarse. Yo me convertiré en la nuca de un fantasma y pisaré la carroña orinada que hay en el camino.
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11 de septiembre de 2010

Dolor descalzo


Lo siento.Veo como surgen y se zambullen lentos elefantes en el estanque de donde florecen los muertos. Mi crueldad ha alterado sus aguas. Mi crueldad, la ira de la piedra. Mi crueldad caníbal. Que te ha mordido. Mi sombra respandeciente te ha desnutrido. Sueno a campana asfixiada.


Lo siento.


No lo olvidaré.

5 de septiembre de 2010

In ictu oculi

Como se siente desaprovechada, se acerca al chico que siempre veía sentado en las gradas. Abren la boca. Grovskopa. Su saliva sabe a tecno sueco. Alrededor giran pelvis urgentes. Las almas se reblandecen bailando. La humanidad húmeda baila. Ellos se quedan quietos. Sus lenguas bailan. Se encapsulan en un abrazo cuando el sol acuchilla el horizonte. Los jadeos adolescentes llegan en primavera.

Las pelusas quedan adheridas en su brazo. Se levanta del suelo. Está entumecida, como siempre que le llega una conversación seria. Ella no es tan ingeniosa como cuando piensa a solas, pero siempre es la primera en pedir perdón. Sus pupilas siempre están dilatadas y dispuestas, como un juez equilibrado, a ser salpicadas por la asimetría del mundo. A él le domina la puntiaguda circunspección de los hombres. Es tan joven aún que sus remordimientos le avergüenzan. A veces sueña que ella le azota con su pelo. Normalmente le llega a la cintura.

Tras cuatro horas hablando por teléfono, ambos piensan que todo va a acabar. Sin embargo, una hebra de ansiedad les mantiene juntos. Las primeras veces escuecen en la memoria. Él le pide, con su voz indolente, que se case con él. Es otoño, así que caminan haciendo crujir las hojas.

Se casan sin pensar en términos de años. Se casan arrastrados por una generación que se casa. Ella está espléndida. No espera recursos; ni tiene esperanzas en su marido. Él consigue parecer menos insulso. Son muy felices. Todo evoca a tafetán, hasta el tintineo de las llaves nuevas.

Los hijos no llegan y ella se señala el vientre con un dedo agudo como un cuchillo. Se ha cortado mucho el pelo, como si eso la hiciera fértil. Él se convierte en un verraco rutinario. Sexualidad apática y calibrada. Todo eso le pone de mal humor. Dejan de esperar y ella se queda embarazada.

La madre susceptible increpa al macho y se esconde en el nido. La madre feroz. El macho negligente. La criatura llora hasta herniarse. El padre expulsado siente que toda la sangre ha sido expulsada de él. Le duelen los pulmones resecos. Habrá más calamidades.

Ahora es un universo de tres personas. Y las personas matan a todo lo que está a su alcance para calmar al monstruo que les roe las entrañas.

Todos los finales son, invariablemente, una fatiga.

1 de septiembre de 2010

Sabemos que llueve y que la culpa es nuestra.