16 de mayo de 2009

Infierno (I)



Nada había que hiciera pensar la existencia de lindes. No había límite, ni seña, ni miliario. Tampoco había viento. Es cierto que la oscuridad aumentaba a cada paso, manchando aquel paraje sin rincones ni vegetación. Las tierras eran áridas, monocromas y muertas. Las planicies parecían hechas de pavesa compacta. Ninguna raíz las perforaba; no tenían grietas ni honduras, ni polvo que las lamiera. No cabía la luz en aquel Edén de tinieblas. Sin embargo, cierta claridad lunar se desprendía de los Muros, eco de la negrura espectral de todo lo demás: la lobreguez de la tierra era igual que la del cielo, y no existía horizonte ni división. Ni estrellas ni satélites en el cielo nigérrimo, si es que en algún momento terminaba el terreno y comenzaba aquel, pues era como un bloque sin ángulos, sin aristas, sin márgenes. De vez en cuando una madeja de gases blancos, que parecían un velo deshaciéndose cruzaban, lentos, por esa masa lúgubre que era como un ente hostil; como una ceguera sólida.
Diego, gritó, sardónico: “NEL MEZZO DEL CAMMIN DI NOSTRA VITA...”. Siempre perdía los papeles pero nunca el sarcasmo. Su Comedia no había llegado a la mitad de su vida, sino al principio. La combustión le había cercenado el aliento en la veintena. Y todas las reflexiones que podía tener del tenebroso e inabarcable lugar, no encontraban su equivalente en el lenguaje, por inimaginables.
Y Diego se rio, porque él, que pensaba en su cuerpo como en el de un cadáver, con apetencias bajas, perezosas, y reiteradas, tan sórdidas que sólo pueden ser preludio de una muerte precoz, con las pupilas cada vez más opacas y rotas y las mejillas sin sangre, sabía que era lo único vivo en aquel inhóspito reino. "Vivo" aunque en realidad estuviese muerto: había quedado perforado por la urdimbre mortal de hierros en los que se había convertido su coche tras voltear numerosas veces. "-Mierda de chatarra". fue lo último que pensó. "En vida".
Su risa templada, regular, no alborotó el silencio suspendido y voraz del Infierno.

3 de mayo de 2009

Con una lupa: incendios de nieve



Ya ves, soy un loco y son más de las tres,
ya sé que está mal romper ventanas de un bloque
para encontrarte y decirte "no habrá más reproches".

Intento mostrarte que lo mío es real,
quise alquilar un cantante de peso
y, la verdad, me asusté al leer esos precios.

No serás capaz de odiarme,
tan sólo quería ilustrar
que quiero arriesgarme a conocerte
porque el miedo al fin cayó, al fin cedió.

Tú mira hacia abajo, llevo una banda especial,
doscientos sonámbulos que silban de miedo,
flautistas morenos y seis timbaleros, dos mancos
y espectros de noche que encontré en la ciudad,
como este anormal con un didgeridoo negro,
mal ventilado y peor de los nervios que yo.

No serás capaz de odiarme,
si lo he empeorado aún más
que bajen tus labios y me callen,
sino empezaremos a silbar.

Por si alguien aún duerme,
incendios de nieve y calor, calor,
a veces te pasas, incendios de nieve y calor, calor.

Y al parecer nos sienta bien pelear,
justo al contrario, fortalece más.
Supera esto, no serás capaz,
supera esto, no serás capaz,
no ...

Love of Lesbian, Incendios de Nieve (de 1999)

Elena-na, The New Raemon