26 de junio de 2009


Una Musa menos

22 de junio de 2009


Yo no creía antes en el mal sino como figura retórica; hoy lo siento terriblemente fundido con el aire que se respira.

Alejandro Sawa, Iluminaciones en la sombra

Jueves sobre blanco

Cerdo y blanco. Mano sobre boca. Cordero. Vestido blanco. Callar, callar, callar al oír. Tensar las piernas y no patalear. Nunca enlazarlas. Callar, callar, callar, y olvidar a marchas forzadas. Si había aprendido ya, madre, si había aprendido ya… ¿por qué tropiezo? ¿Por qué me rompo?
Callar también los ojos, dos estanques en carne viva, dos llagas babeantes. Y agua; saliva en el polvo. Meterse en vida estrecha, en la vida de otro. De obligarme a ser otro, me convertí en otro.
Y chillo callando, vivo muriendo, es este disfraz de cenizas frías.
Sangre en el fondo de mi copa. Me ahogo de abnegación autoimpuesta, de silencios tiranos, de mi verdadero ser sepultado, que araña esta máscara muerta. Las dos caras se han congelado. Golpea el suelo la suela de mi boca.
Espectros de mis dioses y de mis tumbas. Nucas heladas. Mi sueño “es”, mi sueño “fue”, mi sueño “será”, componen esta cara de reflejos. Mis manos son sombras de mis peores sueños. ¡No sé en qué punto dejé de ser para convertirme en retazos de carne de hombre!

***

1 de junio de 2009

Infierno (III)


DIEGO ESTABA DENTRO DE LA NOCHE VERTEBRADA,
LA NOCHE ETERNA.
ILIMITADA.
LA NOCHE RESPIRABA
Y SU ALIENTO ERA FUEGO EN LAS ENTRAÑAS DE DIEGO.
ENTRAÑAS DE HOMBRE, ENTRAÑAS DE CARNE
Y SANGRE.
ENTRAÑAS DE SOL LATENTE,
QUE TIEMBLAN, QUE TIEMBLAN Y SE DOBLAN.
LA NOCHE DESPEDAZABA SU MENTE,
SIN DIENTES, SIN UÑAS.
MÁS BIEN PARECÍA UN MOLINO.
TRITURÁNDOLE.

NO HAY LUZ.
NO HAY VIDA.
CUANDO SOLO EXISTE EL MIEDO...
HASTA SE LE TOMA CARIÑO.
MEJOR EL MIEDO QUE EL SILENCIO INSONDABLE.
POR ESO DIEGO SE ABRAZÓ A SUS PIERNAS
INTENTANDO SENTIR SU PIEL
Y SU MIEDO DE HOMBRE.
NO ESPERABA ENCONTRARSE CON
SU CONCIENCIA
ABIERTA EN CANAL.

SU CONCIENCIA FUE ENTONCES PEOR QUE LA NOCHE

Infierno (II)



Dejó de reír. Cerró los labios. Había notado que su risa, al resonar en la nada, se elevaba contagiada de unos susurros inhumanos. Había más voces de otras gargantas quejumbrosas, de gargantas muertas que avanzaban como miles de procesionarias. Como un tétrico desfile que antes de desaparecer, de desgajaba en otras voces subterráneas distintas, más horrorosas e inauditas.

No eran ni risas ni lamentos. Eran respiraciones corrosivas, una ecolalia atroz.
Se abstuvieron sus órganos articulatorios, que quedaron secos y tan contraídos como su estómago y puños, de decir algo más. Lo que más le aterró fue imaginarse a si mismo desde fuera, como una inerme, débil, ridícula hormiga, en un océano de negrura. La Nada a su espalda; los Muros tenebrosamente iluminados frente a él, que era un pelele rígido.

Tocó el suelo que pisaba cuando se le doblaron las rodillas y estaba caliente, como si sus entrañas estuvieras hechas de magma. Golpeó el suelo, entre temblores, y ni sus nudillos ni la misma superficie sufrieron la más leve alteración, aunque él notaba deshechas las falanges de sus dedos. Se mordió la camiseta, el antebrazo. Notaba el dolor pero ni siquiera se le enrojecía la piel. Le ahogaba la desesperación.
"-Que mierda es esta, que mierda es esta...."- repetía como una oración.

El miedo, el verdadero miedo, le socavaba los músculos.
Dejó de moverse, fatigado sin sudar, aterrado sin llorar, dolorido sin sangre.

Temía que algo se aproximara a él.
No podía gritar sin obligar al Coro de almas a hablar.