18 de mayo de 2010

1.
Otras cabezas de mujer habían excavado antes su pecho. El pelo espumoso y castaño de María dormía ahora encima de su tórax. Su respiración era la cadencia de la devastación. Él estaba muy lúcido, como siempre después del sexo. Se sintió frío y miró al techo marchito. Después la miró a ella. Quiso decirle que sería la última mujer que se metería en su cama. Había formulado ese propósito al verla llorar el pasado martes, cuando ella, que era pintora, sentió que se le había paralizado el talento.

María se revolvió en sueños y soltó un gemido. Él la abrazó y miró por la ventana; las hojas de los árboles ya amarilleaban el otoño.

2.
Ella subía las escaleras sobre sus botas marca Demonia. Llegó al tercero. El carmín negro era el telón de su sonrisa.

-¿Cuál es la excusa de hoy para encontrarnos?

El chico acababa de cerrar la puerta tras de sí. Miró a la chica, sin comprender. Las pulseras que llevaba parecía un alambre de pinchos.

-¿Te has dejado las llaves del coche puestas; tienes que ir a por tabaco...? Siempre que llego a este piso te veo saliendo por la puerta.

Ella se acercó. Abrió la boca, enseñó su lengua roja, perpetua y perforada. Se la pasó por los labios, como si fuera la cola de un escorpión. Metió la mano a través del pantalón de él, para que su palma testificara la transformación. Fue tan rápida y violenta como un demonio. Sus ojos de basilisco le dijeron que abriera la puerta. Antes de desnudarse miró los pasos que las pesadas botas de cuero dejaron caer en el parqué.

3.

La mujer no parecía frágil desnuda. Era guapa de la misma manera que lo es un papel que cae en un charco y se empapa. Tenía en el pelo negro y cierto aire cansado que le echaba años encima. Tendida en la cama, expuesta, sólida y sabia, me habló del sueño que anunciaba este momento. Yo la abracé como un perro fiel. El jadeo arrítmico vibró en su garganta como un violín en un garaje.

4.

Mientras el mundo se ahoga en sus plagas,
Tú me muerdes el cuello.

17 de mayo de 2010



Que él me enseñe esa Nada.
John Donne

8 de mayo de 2010

5 de mayo de 2010

Esperando a Godot- Samuel Beckett

(Estragón, que en vano ha empezado a descalzarse, vuelve a adormecerse. Vladimir lo mira.)

VLADIMIR: Él no sabrá nada. Hablará de los golpes encajados y yo le daré una zanahoria. A caballo entre una tumba y un parto difícil. En el fondo del agujero, pensativamente, el sepulturero preparara sus herramientas. Hay tiempo para envejecer. El aire está lleno de nuestros gritos. Pero la costumbre ensordece. (Mira a Estragón.) A mí también, otro me mira, diciéndose: Duerme, no sabe que duerme. (Pausa.) No puedo continuar (Pausa.) No puedo continuar (Pausa.) ¿Qué he dicho?