20 de diciembre de 2008

Último Día


De la tierra emergían enormes meteoros dorados. Los socavones, como heridas abiertas en los suelos de greda azul, expulsaban sonoros salivazos de luz y cometas. Igual que un silbido, como el sonido veloz de una rama agitada al aire, las aguas se revolvían en el cuenco de los lagos y en las hebras de los ríos, echando espumarajos, guijarros y gotas. Las nubes combatían entre sí y sus cuerpos desmembrados, desangrándose, creaban en el cielo corrientes rojas y negras y que se deshacían en miles de nimbos huecos. El Véspero, Venus, agonizante en la cúpula. La Luna blanca y sucia de grosella, temblando. Cinco ciclones devastaban los campos; los tifones arrancaban la arena. Las playas se despeinaron, los cimientos expirantes del cosmos caían. El cielo se llenó de agua salada; se abrieron grietas en las montañas supurantes y salió magma, semiente, fuego.
En una hondura del terreno, dos cuerpos se arañaban. Uno encima del otro. Las borrascas impactaban en su piel y, tras ellos estaban las vísceras púrpuras del cielo estallando.
Ruido del golpe de una piedra contra otra piedra. El océano reventando los diques. Ramas, suelo, raíces, fisuras.
Los estertores del mundo eran el vaivén de sus piernas, el gemido pendular de sus bocas, el relente de sus muslos; su respiración. Chocaban llorando y riendo. Por cada escalofrío de sus vientres, por cada aullido, por cada vez que ponían los ojos en blanco y se mordían la boca, un cascote del orbe se desprendía.
Tenían los pies hundidos en la tierra oscilante, manchados del barro del Último Día.

3 comentarios:

Soy Leyenda dijo...

Yo tambien veo lo que piensas.

LaNieblaesRubia dijo...

"He tirado bolsas llenas de ansiedad y aquellos defectos que uno guarda por guardar."

LaNieblaesRubia dijo...

*escribir hasta que el papel sangre.*
Conseguí la canción! Pero aún he de aprender como subir una propia.
Un beso.
Te oiré si llamas.