15 de noviembre de 2008

Nunca


Espero que dos palabras
Se escurran de tu voz,
Y caigan al fango.
Que manchen
Los zapatos de charol
De las hormigas
Y la cordura del cielo.
Sería mi corazón
Una naranja arrugada
Y trémula.
Sería feliz
Dejándote amansar
Mis nervios y
dejándote pisar
el césped virgen
sobre el que yazco,
para que me mirases
Al decirlo. Y que creciera lo mismo en mi boca
y cayese ardiendo.
Son dos palabras viejas
Que saldrían de tu boca
Oliendo a nuevo.
¡Pero no lo dices!
Ni cuando,
Con su andar de sátiro
Y fuegos amarillos,
La noche
invita
A decirlo.
Ni entonces,
con los ojos borrachos,
con la mano quebrando estrellas,
y mi vientre bajo tu vientre de cobre,
dices esas dos palabras.

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