23 de enero de 2010

Silba de nuevo

Los cantos del fondo del río gimen.
Y el crepúsculo pasa al color de los acantilados de piel
de una llaga que se humedece.
Todos los niños nacen sin aversión y sin sospecha,
pero este se ha abierto las venas.

"Vete, vete, sangre.
Y recuerda que una manera de terminar es quedarse de pronto callado."

El niño observa sus muñecas,
y las mueve, y forma regueros sinuosos,
como los cordones de una zapatilla.

La luna es más amable que la última.
Le está preguntando: ¿Qué piensas de la Luna?
Y el niño tiene la sensación de que esa pregunta tiene truco.

Estaba escrito que él se salvaría de la cruz.
Pero el cristal le dijo
que habia pasado muchas noches antes
muriendo como ahora moría,
creyendo y esperando,
esperando bajo ese cielo raso,
esperando una palabra, o un roce, o una dentellada...

Fuera de sus brazos.
El río manchado de vino.
Y las estrellas son como pares de cuerpos innominados.
Y la noche se le precipita por el estómago, como un ratón.
Y se siente culpable por los animales acuáticos,
por mancharles la casa
con su sangre.
La sangre que sale
sin silbidos
de sus muñecas.

2 comentarios:

bufon sediento dijo...

que pasara por esa cabeza....
miedo me da pensar
en lo que puedes estar pensando.

lo que este hirviendo dentro, cuando salga, que deje en paz a los niños.....me gusta

Anónimo dijo...

Ríos de sangre. No te voy a decir que es el relato más original, pero sí me ha puesto a reflexionar un poco sobre la aparente inocencia de los niños.

Saludos, Niebla.