4 de junio de 2010

La niña que se contenta con destrozar un dibujo


Un grueso edding dorado y se me olvida que la noche es limítrofe. Tengo los dedos y la palma de la mano llenos de grafito, como si llevara guantes de satén gris. No duermo porque me gusta pensar que encima de mi insomnio está el paladar oscuro y abúlico de la noche. Del ordenador sale una voz muy similar al reproche de una perra. Me gustaría escribir que él y yo hemos llegado a la letra única e irrevocable. Me gustaría explicar cómo, al igual que una mano que urga en huecos calcinados, un coro de silencios se me va incrustando un poco más cada día. Mis pensamientos indolentes regurgitan cosas como el deseo por leer a Palahniuk o la frustación que producen las horquillas extraviadas. Más abajo habita el irascible lastre del amor, que está empachado de succionar aire en vez de carne. Este ruge y vive de locuras, y mira las paredes ahítas con ojos de charco de pasión. Necesito de alguien.

Pienso que estos días son mentira; que estos aullidos son mentira; que es mentira el tiempo que me debato entre la lástima, la obediencia y el recuerdo. Pienso que es mentira que soy menor si me falta y que su ausencia sólo es un pacto a veces. Me repito los versos de Caballero Bonald.


Dulce
naufragio, dulce naufragio,
nupcial ponzoña pura del amor,
crédulo azar maldito, ¿dónde
me hundo, dónde
me salvo desde aquella noche?


3 comentarios:

licaon memento mori dijo...

.......huuuu sospecho, pienso y deseo y que con estos relatos...me sienten bien tus vacaciones....es dificil de explicar pero facil de comprender....¿no?

LaNieblaesRubia dijo...

Que te aprovechen mis relatos =)

Matias Rivera Baeza dijo...

Soberbio...Ando medio perdido viviendo la lluvia, y en las antípodas de tu relato...

Siempre es grato darme una vuelta por tu blog.