5 de diciembre de 2009

En el salón.

Jesus and Mary Chain suenan ahogados tras la puerta.
Juan deja de oírlos cuando abre.
No llega a entrar. Carne pálida, temblando como una llama, le abofetea los ojos.
Los dos cuerpos forman una araña. Sofía estaba debajo, derretida. Ese flujo, esa náusea, esas tiras... abierta su obscena boca roja; eclipsado su cuerpo por una espalda. El miriápodo sigue sus vaivenes elípticos. Sus espantosos gemidos se estampan contra los muebles.
Juan quiere cerrar la puerta. Sofía abre los ojos. Se incorpora. El pelo se le abre como un abanico al revés. Los mechones se pegan al cuello húmedo y coloreado. Los siameses se separan.
Juan cerra la puerta y se queda de pie en el pasillo.

Salen de la habitación. El hombre mira a Juan y sale de la casa. Juan no mira a nadie. Se sienta en el sofá. Ella, poco después, también. Tiene las mejillas rojas, el cuello mordido, y la camiseta del revés.

Él llora en silencio. Recoge el resplandor de varios años; lo mira, y llora. Su mente está suspendida, como una mota de polvo en un rayo de sol. En su pecho, nota su doble corazón ahorcado. ¿Ha sido amor o miseria? Ahora sólo quiere descansar en un sueño sin márgenes...
Se muere, y Sofía es preciosa. Se muere por ella, pero ella le cuida como cuando tiene problemas. Si un bloque, un bloque artificial le sirviera de mentira, podría mirarla y no sentir que la ha perdido.
Ella se levanta y va a por un vaso de leche. Su piel es del mismo color que la leche que está bebiendo y sus ojos negros sin fondo piensan que ya no tienen necesidad de ese hombre transparente que llora en su salón. Y piensa en el que se ha ido, y piensa que el amor es lo más muerto de todo lo que muere.
Juan busca en su garganta palabras. Ella le mira como diciendo: "eso no importa". Y él quiere creer que no importa. Y sin embargo, le toca perder. Le toca condenarse a una vida sin arraigos. Le toca no amar más porque ya lo ha amado todo.
Lo bello se pudre antes que lo feo.

¿Cómo será vivir entre el suelo y el pavimento?

No hay comentarios: