5 de febrero de 2010

Sobre todo...


La chica levantó el separapáginas y lo metió entre las hojas. Era un separapáginas de El jardin de las Delicias, comprado en la tienda del museo del Prado. La chica levantaba tanto las cejas que parecía que ninguna idea cruzaba por su mente. El jersey negro de cuello alto disimulaba mal su pecho, que era grande y redondo. El rubio ceniza de su pelo se le clareaba en las sienes. Tenía los ojos color boscoso y la nariz muy estrecha. Dejó de leer y miró a su alrededor.


El Pájaro Antropoide surgió de su estómago como una arcada. Acarició con las plumas su paladar y las pupilas de la chica se hicieron más pequeñas.


Entonces vio a la gente caminando. Eran crías miopes de hurón, vomitando placenta y devorándose unas a otras. La chica sabía que no era real lo que veía. No era real, pero lo veía, y entonces se le hacía muy difícil pensar que no era real. Eran criaturas grandes, y tenían dos dientes rompiéndoles las encías. Entre la piel translúcida y los músculos de los seres, había una linfa burbujeante e incolora. La chica podía ver sus entrañas. Se levantó del banco y se aproximó al más cercano. Aquel repulsivo embrión sufría espasmos. La chica entornó los ojos y se fijó en el cráneo de la criatura. En el hueso occipital había una frase escrita con una caligrafía legible. La chica murmuró algo, y también se dio cuenta de que los hurones tenían cabeza de sapo. Empezaron a croar todos a la vez: "¡La máscara es una calavera!"


La chica gritó, mientras los hurones decían cosas con un estilo grandilocuente. Tiró el libro al suelo y comenzó a dar puñetazos a las bocas anchas y delgadas. Desdeñaba esas vidas menores y babeantes. Destrozaría el mundo porque lo amaba.


El Pájaro Antropoide se metió en su boca. Las plumas mojadas hicieron una masa antes de que la chica lo tragara del todo. La chica parpadeó y alzó las cejas.


Dos personas sangraban muy cerca de ella. Una tenía el labio roto, y la otra la nariz. Había más gente mirándola. La chica empezó a sudar por la frente. Recogió su libro. Por un momentó pensó en los esqueletos de aquellas personas, que estaban en su interior como un hombre calcificado. Un hombre dentro de otro hombre. Le dolía la mano, incluso sangraba también. Una vez escuchó que los líquidos sonreían a los niños. A ella no le gustó ver su sangre, que reflejaba la mirada severa de todas las personas.


Se oyeron sirenas, y el estúpido Pájaro Antropoide se regocijó en su nido.

3 comentarios:

Bufon encarnado dijo...

pasen y vean! las increibles criaturas de ''ella'', las criaturas que odias en profundidad o simplemente las amas!! aquellas criaturas que no podran ignorar aunque no sean reales!! señores y señoritas.

Matias Rivera Baeza dijo...

Wow,lo que pasa cuando aparece el pájaro antropoide! Ahora, uno puede preguntarse cual,en realidad, es la realidad. Después de las querellas del solepsismo versus la realidad del mundo exterior, y de la la vigilia versus el sueño, que ahora no me complican tanto (habiendo o no un mundo exterior realmente existente, es la realidad que es "real" para uno, halucinada o no, quimera o no), la diferencia entre locura o cordura me trabaja. Dado que nos encontramos en alguna especie de existencia en la que podemos comunicarnos y ponernos de acuerdo para ciertas cosas ("ahi hay una silla", el más básico; otros más problemáticos son: "ella es bonita", me gusta el sandwich de mantequilla de maní con jamón"; definitivamente problemáticas son: "lo bueno es X", o "La sociedad debiera ser de X manera"), las cosas se ponen extrañas cuando uno se sale del rango del acuerdo/desacuerdo permitido. Uno puede tener distintas opiniones políticas, religiosas, estéticas, etc. Pero cuando uno empieza a ver el mundo fuera del preprequisito básico ("hay hombres en frente mio" es una forma de darse el prerrequisito básico) y dice "ahi no hay hombres sino hurones con cabeza de sapo y portando linfas burbujeantes", definitivamente las cosas se ponen extrañas. Sin embargo, cuando incluso el "contenido objetivo" viene transido de material "generado aquí adentro", las fronteras se vuelven complejas. Pero ¿si todos ven una silla allí adelante, es prueba que realmente haya una silla allí adelante?

"Según la doctrina idealista, vivir y soñar son rigurósamente sinónimos; de miles de apariencias pasaré a una; se un sueño complejo a un sueño muy simple.Otros soñarán que estoy loco y yo con el Zahir. Cuando todos los hombres de la tierra piensen, dia y noche, en el zahir, ¿Cual será el sueño y cual la realidad, la tierra o el zahir?" ("EL Zahir", JL Borges).

Pienso que el pájaro antropoide incorporates the best of two worlds. EL problema son lo oportuno de su apariencia: cuando vomitamos el sueño íntimo en el sueño compartido y en el público, podemos sufrir consecuencias varias, entre ellas el sanatorio. Pero definitivamente es mejor que la zafadura así a secas y 24-7.

You should quote less and write more!!!

LaNieblaesRubia dijo...

El realismo filosófico es demasiado crudo. Me gusta decir que soy idealista. El noumeno, la realidad extramental, siempre permanece oculta. En el caso de que sea distinta a la que percibimos, no tenemos los instrumentos para verla sin adulterar.
Por otro lado, entiendo que Descartes se decantara por la vigilia antes que por el sueño, porque es coherente y unitaria. Además, el idealismo, para andar por casa, no es útil: la mesa con la que nos tropezamos, el escalón en el que resbalamos, existe fuera de nosotros.
O al menos, lo simulan.