15 de marzo de 2009

Capítulo I

La niebla quería ocultar, llena de premura y pudor, aquella tarde de miércoles. El miércoles es un día enfermizo, como todos los niños que nacen en miércoles, y ella, la niebla, como una madre avergonzada de la enjutez de su hijo frente a otros más hermosos, procuraba cubrir sus miembros descarnados, como disimulando, pero dolida consigo misma por enfadarse con su hijo enquencle sin que éste tuviese la culpa de su tenuidad.
Había un niño sentado en un banco, frente a esa esquina de los estanques donde se acumulan las hojas como cadáveres hinchados. Era delgado, y una gruesa bufanda, como una boa de marabú, no sólo le cubría el cuello por completo, sino también los estrechos hombros, con lo que la cabeza -pálida, fina y bella- parecía un óvalo luminoso coronando una colina. Los ojos vigilantes, silenciosos, parecían sufrir, como si el panorama que veían los llenaran de oscuras reflexiones.
Observaba jugar a otros niños; esos juegos infantiles cargados de sencillo heroísmo, sin trascendencias a largo plazo, pero apasionados, lleno de impetuosos chillidos, coacciones, aliados y enemigos, hazañas épicas, benignidades y envidias...
Donde cualquier ojo vería un despreocupado entretenimiento, una libre y evadida creación, el niño del banco, que respondía por el nombre de Diego pero se llamaba a sí mismo Zaro, presenciaba una complicada urdimbre de conspiración, menosprecio y lucha. "Las cosas de niños" por ser "cosas de niños" quedaban incólumes, tenían indulgencia plenaria ante cualquier censura o desaprobación; los padres no iban a limitar las fantasías de sus hijos, aunque fuesen crueles, de hecho, entrar en aquel subsuelo de ficciones infantiles y códigos ignotos implicaba zambullirse en un vago terreno en el que no estaban dispuestos a entrar, como si al hacerlo,emponzoñaran todo el universo que habían creado entre los columpios. Y así, como defendiendo de toda alteración un ecosistema en riesgo, se mantenían alejados, relacioñandose con otros padres, contentándose en dirigir alguna mirada ciega e incosciente al lugar donde los niños jugaban.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran comienzo. Esperaré el siguiente.

Saludos y nos seguimos leyendo.

Anónimo dijo...

Me encanta.
Felicidades.